Supongo que andais todos con el corazón en un puño por saber que tal fue la presentación del corto. No os culpo, la expectación levantada por mi calidad como cineasta hace comprensible este hecho. Y no creáis que no me habría gustado escribir antes, pero la compañía que me suministra el servicio de internet tuvo a bien cortármelo de motu propio, y como me iba a cambiar de casa decidieron que no era rentable conectarme de nuevo en la casa antigua.
Bueno, a lo que vamos. La verdad es que la presentación salió a pedir de boca. A los profesores (que antes habían criticado la película, recordad) les gustaba bastante, habiendo dicho mi profesor de producción que se trataba de una película muy madura (faltaría más que con 32 palos fuese inmadura) y que, como productor, con lo que veía, no tenía dudas en que me podría ofrecer un trabajo más grande.
Así que, con ese ánimo nos presentamos en el estreno, que no hubiera sido lo mismo, sin la presencia y los ánimos de Mar y Miguel, que habían tenido a bien venir de visita y que no se asustaron ni un poco al saber que iban a tener que ver ocho cortometrajes realizados por estudiantes (algunos infumables).
Mi corto se proyectó el primero y, teniendo en cuenta que casi llegamos tarde al estreno, no me dio tiempo a ponerme nervioso. Se apagaron las luces, se encendió el proyector y ahí estaba el fruto de seis meses de trabajo (no intenso, no lo voy a negar, pero trabajo al fin y al cabo). La gente se rió cuando se tenía que reír, y el resto del tiempo no se lo que hicieron, porque estaba oscuro y la sala de la Warner Brothers era bastante grande. El caso es que al acabar, la gente me dijo que le había gustado (eso se dice siempre, yo también dije que algunos me habían gustado y no era el caso) pero además, un estudiante de actuación de una escuela de aquí en Hollywood, me dijo que quería que dirigiera un corto suyo. Esto para mí fue un halago, la verdad, porque quiere decir que si de este corto mío, me ha salido la opción de hacer otro, es que tengo opciones.
Pero lo mejor de la noche estaba por llegar. Esa misma mañana, habíamos hecho el tour por los estudios de la Warner y, sabiendo que por la noche estaríamos dentro, me aseguré de que la guía nos indicaba donde estaba la productora de Clint Eastwood (Malpaso). Así que después de la proyección y esperando a que todos se largaran, en lugar de salir por el camino por el que habíamos entrado, dimos un ligero rodeo para acabar en la puerta de la productora. La anécdota no va más allá, porque evidentemente a esas horas no quedaba nadie en las oficinas, pero por lo menos me pude hacer una foto en la entrada. Y yo tan contento.
Seguimos andando hasta la entrada, donde estaban los de seguridad, y para disimular nuestro desvío, nos hicimos los despistados aludiendo al follón de calles que son los estudios y dijimos que nos habíamos perdido. No les importó mucho que anduviéramos sin control por el estudio, y se mostraron muy amables. Así que nos deseamos unos a otros un grandioso fin de semana y salimos triunfantes por el mismo lugar por el que habíamos entrado unas horas antes.
Me recordó a las historias de Pat Hobby, del gran F. Scott Fitzgerald; imborrable.