martes, 10 de noviembre de 2009

...y crear el producto

Por culpa de mi ordenador portatil que ha tenido a bien quedarse sin bateria (ese magnifico Mac), no puedo en esta ocasion escribir con acentos ni con la letra patria. Escribo desde el ordeandor del Hotel. Bueno, a lo que vamos.
Mi experiencia de Safari en Sudafrica fue algo incomparable, el poder apreciar a los animales autoctonos en su habitat natural es algo ciertamente inborrable. La memoria queda marcada para siempre y segun lo estas viviendo, sabes que sera algo para contar a las generaciones que vengan: Un amanecer con el rugido del Leon, la caza desesperada de una hambrienta leona, la lucha feroz por el territorio entre un rinoceronte y un elefante, la migracion de los nus (mierda de ordenador), el oteo del buffalo y, sobre todo, esa sigilosidad nocturna del leopardo.
En ocasiones nos hemos visto obligados a improvisar algo que rellenase la necesidad de un producto, el cual, ciertamente, no tenia mucho mas que ofrecer. Pero creo que nunca se ha reparado en que, muchas veces, algo simple y sencillo, pero autentico, tiene mas efecto que algo realmente complejo. A los huevos con patatas fritas me remito.
Hoy nos hemos levantado, no sin esfuerzo, y jugando con los dados de la suerte, hemos decidido visitar el habitat de uno de los mas temibles y antiguos depredadores del planeta: el alligator. Para ello nos teniamos que dirigir al parque nacional de los Everglades, a unas dos horillas de Miami.
Una vez abandonada la autopista, nuestras emociones han ido en aumento. En los canales laterales de la carretera habia alligators!!!! Paradas para videos, discusiones joviales de quien habia visto mas en el camino, amenizaban los ultimos pasos y, sobre todo, el empolle de lo que decia la guia acerca de los Everglades. La historia no era compleja: Inicialmente la Florida tenia dos tribus de indios nativos que, al extinguirse, dejaron un habitat idoneo para la tribu de los indios Seminolas. A estos pollos, tras varias guerras con el hombre blanco, les dejaron vivir en esa estupenda zona llena de alligators, mosquitos y agua, llamada los Everglades. Y asi, con los anos, llegaron a gestionar el parque.
Particularmente creo que no les sento nada bien que les dejasen la peor parte de la peninsula y que, encima, cuando gobierno decidio hacerlo parque nacional, les obligara a trabajarlo.
Tras rumiarlo un poco en el comite de ancianos, se dieron cuenta de que esto era la oportunidad de venganza. Probablemente los indios presentarian el proyecto en una comision de parques nacionales o algo asi, y, tras bastantes dudas, pero con el sentimiento de culpa por haber aniquilado a una gran parte de su poblacion, les aceptaron la idea.
Llegamos a una oficina de souvenirs (raro en mi, no compre nada) y nos sacamos tickets para dos excitantes actividades (ya me veia yo como en esas excursiones nocturnas por la sabana africana, acosado, en esta ocasion, por la pantera de la florida y los caimanes y cocodrilos locales): un paseo en una de esas barcas con un ventilador gigante detras y, un safari por tierra.
Hemos de reconocer que la vuelta en barquita fue satisfactoria, un paseillo de 20 minutejos por los canales en los que en las orillas descansaban los alligators. Pajaros varios, a los que incompresiblemente no prestabamos mucha atencion y algunos mamiferos de extrana presencia. Saliamos pensando: "esto ha estado bien, pero el safari va a ser la leche!".
Tras cruzar una valla, atravesando uno de los canales, nos adentrabamos en la tierra salvaje de los Everglades. Y a partir de aqui (primer minuto) vino la decepcion. Todos los animales que nos ibamos encontrando eran pegotes. Ante la falta de fauna local, se habian dedicado a traer de otros lugares bestias salvajes que hicieran las delicias de los avidos turistas. Buffalos de agua, una especie de ciervo indio, bisontes, buffalos varios y avestruces africanas dieron paso a la gran estrella del safari: el cerdo. Si, literalmente, el cerdo. Cientos de cerdos campaban alegremente a sus anchas sin ser molestados por nadie, sintiendose como Angelina cada vez que les lanzabamos una foto.
Pero aqui no acababa la cona. Los dos ultimos animales que nos presentaron como estrellas fueron, lo adivinais?: La vaca y el caballo. Si. Vacas y Caballos introducidos por los espanoles en la conquista de America. Para fliparlo. A lo mejor el resto del grupo no entendia porque, pero nos reiamos de lo lindo ante lo que veian nuestros ojos.
Sustentando la teoria de la tomadura de pelo de los indios seminolas al gobierno, debo decir que no hemos visto ni un solo indio. Sabian de lo absurdo del proyecto y con la pasta contrataron algunos hombres blancos para que fueran ellos los que hiciesen el ridiculo. Habian montado una granja escuela. Ojo por ojo.
Y la pantera de la florida en una jaula.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Vender el producto



















Los americanos inventaron esto del márketing, y la verdad es que no se les puede negar maestría a la hora de venderte lo que sea.

En los 70, con la expansión del Paseo de la Castellana se construyeron, por la circunstancias del momento, cierta clase de edificios de aspecto realmente deplorable. En mi opinión, estos edificios merecerían ser derruidos sin compasión; nunca he llegado a entender la presencia de esta construcción cutre en el centro de una gran capital como es Madrid. En fin.

Miami no le va a la zaga. Me explico. En la zona de South Beach, que llevamos peinando los últimos dos días, prolifera un tipo de construcción que ha asociado al movimiento Art Deco, pero que por la idiosincrasia del lugar, en ocasiones también denominan Tropical Deco. El Art Deco ha generado edificios tan impresionantes como el Empire State Building o el Chrysler, pero me parece muy aventurado meter e el mismo saco lo que predomina por aquí.

Tengo una teoría. Ante la presencia de unos edificios de aspecto triste y destartalado que llevaban a un barrio a la decadencia absoluta, las autoridades del lugar, decidieron asimilarse a un movimiento artístico particular (Art Deco). La evidencia de lo que tenían ante los ojos, les llevo a pensar. De día la zona daba el aspecto de alguna barriada fronteriza de la costa sur mediterránea, así que para evitar comparaciones odiosas, decidieron hacer lo que en márketing se denomina diferenciación. Diferenciaron lo que querían vender; añadieron colores en las fachadas, siluetas de flamencos por doquier y recargaron los edificios con neones multicolores que dibujaban sus formas en la noche caribeña. Y claro, lo orientaron todo a la vida nocturna. Básicamente perdición y desenfreno. Todo pecado.

No se les puede negar que lo han conseguido. En la noche los colores, formas y luces te atraen y atrapan de manera hipnótica y de día sólo te planteas pasarte a la playa unos metros más allá porque lo que te ofrecen tus ojos es el tortazo de una realidad mezquina.

¿Se habrán planteado alguna vez hacer algo similar en los edificios de la capital del imperio?

sábado, 7 de noviembre de 2009

Un amor imposible

De los hechos y las estadísticas no podemos escaparnos. Es un hecho.

No es la primera vez que vengo a Miami, pero si que esperaba fuese la primera vez en que disfrutara plenamente de los encantos de la "capital" cubana. En mi última visita, un huracán me retuvo varios días en casa de mi amigo Fernando y causó la cancelación del concierto de Gloria Estefan para el que había comprado entradas.

Esperaba que esta ocasión fuese distinta. Esperaba que ningún fenómeno de índole natural eclipsase mi vista a la península de la Florida. Pues bien, primera noche en Miami y la madre naturaleza se ha puesto en nuestra contra, pero más en la mía que en la de ningún otro.

Tras recorrernos unos cientos de metros de Ocean Drive, se me pone en las narices comer una paella (¡hay que tener huevos de llamarle paella!) en uno de los restaurantes de la famosa calle. La comida transcurrió sin complicaciones hasta que llego la cuenta. Más, mucho más de lo que esperábamos, muchísimo más. 350 dólares que no nos explicábamos de donde habían salido, pero que, en efecto, tras sumar todo, nos daba la cantidad exacta que venía en el papelito.

Con resignación y 350 dólares menos en el bolsillo, salíamos del restaurante, y por ser sábado noche, decidimos entrar en un terraza a tomar algo.

Gonzalo, Evencio y un humilde servidor, formábamos un círculo perfecto, sin aparentes fisuras, hasta que la tierra hizo crack. Normalmente estos fenómenos los genera un movimiento sísmico de elevada magnitud, pero en esta ocasión, un movimiento en falso de Gonzalo, empezó a provocar un corrimiento de tierras. Mientras Evencio pedía unas copas, y yo jugaba con mi sudoku en el teléfono móvil, Gonzalo hacía un movimiento evasivo que le llevó irremediablemente al centro de un grupo de mujeres nada agraciadas. Durante unos minutos nos reíamos de Gonzalo y el berenjenal en el que se había metido, pero cuando decidió compartir con nosotros sus nuevas amistades se acabo lo que se daba.

Mi juego con el móvil me permitió mantenerme alejado del campo de batalla, pero en cuanto Gonzalo se marcha al baño y Evencio se gira de nuevo sobre la barra, la noche se hizo oscura para mí.

Es matemática pura. Si el 60 por ciento de los americanos son obesos, las féminas, pues también. Una "señora" del grupo de nuevas amistades de Gonzalo, había usado la espalda de mi hermano como trampolín para acercarse hasta mi. La espalda supongo que quedó dolorida después de que esta buena mujer, con obesidad mórbida, hiciese el movimiento de ataque hacia mí.

He de reconocer que me pilló con la guardia baja y un sudoku a puntito de terminar, por lo que mi rapidez de reflejos (ya de por sí baja) se vio mermada de manera considerable. Su introducción no pudo ser más acertada. Con su melena color rubio "teñido jodido" y una voz sexy que recuerda a Bruce Springsteen con carraspera tiene la jeta de decirme: "Deja ya de jugar con el puto móvil". Creo que mi cara de sorpresa fue más que suficiente para entender que no me había tomado muy bien esa delicadeza, así que intentó arreglarlo del siguiente modo: "tu hermano es guapo, pero tú eres espectacular". Yo seguía sin palabras, no podía creerme lo que me estaba pasando. ¡600 kilos de ganadería vitorina me estaban tirando la caña! La tierra se movía bajo mis pies.

La buena mujer seguía con su aproximación kamikaze, muy al estilo nipón, y quizás creyendo que la visión de una mujer con cierta estabilidad podría despertar mis instintos vikingos, me reveló que tenía 40 años y dos hijos, uno de 11 y otra de 7. Yo miraba mi sudoku, le miraba a ella, y no acababa de dar con el número que me faltaba en la esquina superior derecha; definitivamente había roto mi concentración.

A cada paso que daba la buena mujer, mayores eran las grietas en el suelo. Todavía tuve que soportar un rato más sus quejas de la falta de hombres de verdad en Miami. Según su experiencia, todos los hombres de Miami eran gays. Yo creo que ella no acababa de entender que con cualquiera que intentase algo se iba a declarar en huelga sexual absoluta.

Pensaba yo que había encontrado la manera de quitármela de encima, para lo que usé una de esas llaves que se supone funcionan siempre. Mencioné mi estado: "mi novia siempre dice que...". Lejos de amilanarle, fue una manera de espolear su creatividad, y haciendo uso de una frase atribuida a Las Vegas, me dice: "pero tu novia no está aquí, y ya sabes que, lo que pasa en Miami, se queda en Miami". Con los ojos como platos decidí dar por finalizado el encuentro como un auténtico hombre: en cuanto se giró a hacerle un comentario a una de sus amigas salí corriendo entre la muchedumbre y me escondí en un punto ciego de la terraza. Desde allí controlaba a mi enemigo y, por supuesto, a mis escoltas que cobardemente me abandonaron a la suerte de un seísmo de magnitud desproporcionada.

Desde mi escondrijo también he podido ver como se levantaban rachas de viento potentes, probablemente provenientes de la tormenta Ira. Con suerte mañana no podemos ir a la playa. Definitivamente no le caigo nada bien a la península de la Florida.