El Teatro Egipcio (Egyptian Theatre) es uno de los cines más antiguos de Hollywood. En el estrenaron estrellas de la talla de Mary Pickford o Chales Chaplin. Se inauguró hace 85 años y desde entonces ha venido ejerciendo una notable actividad filmica en Hollywood.
Hace unos años, la Cinemateca Americana se hizo cargo de él, y se especializó en la proyección de películas antiguas, desde las mudas hasta las de los años 90. Generalmente sus proyecciones están bastante concurridas, y ayer no fue una excepción. Fuimos a ver un programa doble: La Noche del Cazador (Charles Laughton, 1955) y El Cabo del Terror (J Lee Thompson, 1962).
La primera está reconocida como una de las mejores películas del cine y por tanto, entre los cinéfilos se trata de una película intocable. A la proyección asistimos cuatro personas de clase, entre las que se encontraba mi amigo Mike, el único americano de mi clase.
Mike no es un apasionado de las películas en blanco y negro y yo sabía que, probablemente, La Noche del Cazador no iba a ser de su agrado. Desde la mitad de la película, David, que se sentaba a mi lado, no paraba de girar la cabeza hacia Mike. Intuía que Mike no la estaba disfrutando.
En cuanto se encendieron las luces, Mike empezó a criticar duramente la película. Yo entendía que es una de esas películas que puede gustarte o parecer un tontería, y Mike se estaba encasillando en el extremo del segundo grupo. Le explicaba el simbolismo de lo que acabábamos de ver, pero yo entendía ciertos puntos de su crítica.
Debíamos estar hablando demasiado alto o la gente se aburría y puso la antena, porque empezó a gestarse una ola de ira hacia Mike. Todo empezó con un chico de unos 30 años que, subiendo la escalera, camino del bar, se paró a nuestra altura y apuntando con el dedo dijo: "se atreve a ponerse en contra de la película!"
Este pollo tiró la piedra y prosiguió su camino hacia el bar para obtener un refill de su bebida. En cuanto la piedra tocó el agua, las ondas se formaron entorno a Mike. Una señora, ya en sus 50, le empezó a echar en cara que no tenía la cultura suficiente para entender la película, que por eso no le había gustado, aunque ella misma afirmó no entender algunas de las cosas que había visto. Mike se limitó a encajar el sermón de la señora y cuando parecía que esta estaba acabando, un chaval de unos 25 años, albino, se gira y aprovechando la indefensión de mi pobre amigo, llegado a Los Ángeles desde las profundidades de Missouri, le empezó a espetar con aire pomposo que si él era uno de esos a los que les gusta ver la vida real en el cine, que el cine era cine, que el blanco y negro era un nivel más sofisticado... y empezó a desvariar. Mike no daba crédito, ni nosotros tampoco. Le estaban crucificando. Desde la fila de encima de nosotros, parecía que se animaban al linchamiento, pero a Mike, le salvó la campana. Empezaba El Cabo del Terror.
Concluida la proyección, justo antes de encender las luces, se pudo oir un "¡Esta me ha encantado!". Mike se defendía antes de que le dieran alguna galleta más.