jueves, 29 de octubre de 2009

¡Crucifícalo, crucifícalo!

El Teatro Egipcio (Egyptian Theatre) es uno de los cines más antiguos de Hollywood. En el estrenaron estrellas de la talla de Mary Pickford o Chales Chaplin. Se inauguró hace 85 años y desde entonces ha venido ejerciendo una notable actividad filmica en Hollywood.

Hace unos años, la Cinemateca Americana se hizo cargo de él, y se especializó en la proyección de películas antiguas, desde las mudas hasta las de los años 90. Generalmente sus proyecciones están bastante concurridas, y ayer no fue una excepción. Fuimos a ver un programa doble: La Noche del Cazador (Charles Laughton, 1955) y El Cabo del Terror (J Lee Thompson, 1962).

La primera está reconocida como una de las mejores películas del cine y por tanto, entre los cinéfilos se trata de una película intocable. A la proyección asistimos cuatro personas de clase, entre las que se encontraba mi amigo Mike, el único americano de mi clase.

Mike no es un apasionado de las películas en blanco y negro y yo sabía que, probablemente, La Noche del Cazador no iba a ser de su agrado. Desde la mitad de la película, David, que se sentaba a mi lado, no paraba de girar la cabeza hacia Mike. Intuía que Mike no la estaba disfrutando.

En cuanto se encendieron las luces, Mike empezó a criticar duramente la película. Yo entendía que es una de esas películas que puede gustarte o parecer un tontería, y Mike se estaba encasillando en el extremo del segundo grupo. Le explicaba el simbolismo de lo que acabábamos de ver, pero yo entendía ciertos puntos de su crítica.

Debíamos estar hablando demasiado alto o la gente se aburría y puso la antena, porque empezó a gestarse una ola de ira hacia Mike. Todo empezó con un chico de unos 30 años que, subiendo la escalera, camino del bar, se paró a nuestra altura y apuntando con el dedo dijo: "se atreve a ponerse en contra de la película!"

Este pollo tiró la piedra y prosiguió su camino hacia el bar para obtener un refill de su bebida. En cuanto la piedra tocó el agua, las ondas se formaron entorno a Mike. Una señora, ya en sus 50, le empezó a echar en cara que no tenía la cultura suficiente para entender la película, que por eso no le había gustado, aunque ella misma afirmó no entender algunas de las cosas que había visto. Mike se limitó a encajar el sermón de la señora y cuando parecía que esta estaba acabando, un chaval de unos 25 años, albino, se gira y aprovechando la indefensión de mi pobre amigo, llegado a Los Ángeles desde las profundidades de Missouri, le empezó a espetar con aire pomposo que si él era uno de esos a los que les gusta ver la vida real en el cine, que el cine era cine, que el blanco y negro era un nivel más sofisticado... y empezó a desvariar. Mike no daba crédito, ni nosotros tampoco. Le estaban crucificando. Desde la fila de encima de nosotros, parecía que se animaban al linchamiento, pero a Mike, le salvó la campana. Empezaba El Cabo del Terror.

Concluida la proyección, justo antes de encender las luces, se pudo oir un "¡Esta me ha encantado!". Mike se defendía antes de que le dieran alguna galleta más.

domingo, 25 de octubre de 2009

Mi amigo Ray Bradury














Ayer fue una tarde estupenda; de esas que no se olvidan. A las cuatro de la tarde quedé con mi amigo Ray Bradbury, sí, el famosísimo escritor de ciencia-ficción. Tuve quedesplazarme a Santa Mónica, que es donde él reside, cerquita del mar, cobijado de las extremas temperaturas del condado angelino.

El encuentro no pudo ser más caluroso: un afectuoso abrazo devolvió al lugar al que corresponde nuestra ya larga amistad. Al cabo de un rato, su fatiga no le permitió seguir, pero me invitó a volver más tarde y ver con él una de las películas que habían adaptado de uno de sus cuentos.

Aproveché el desplazamiento para conocer una zona de Santa Mónica que apenas había visitado antes, y ante una escultura futurista en un dorado atardecer pude observar uno de los ritos más antiguos de este planeta: una boda.

Pasaron dos rápidas horas ante las playas en las que Pamela Anderson hacía las delicias de David Hasselhof, y así, volví a encontrarme con Ray. Cuando llegué al lugar, tenía preparada la película Something Wicked This Way Comes, de la que yo no había oído hablar antes, pero de la que me dio detalles sobre su gestación. Resulta que Ray fue gran amigo de Gene Kelly y tras uno de los pases privados que Gene preparaba para sus amigos, Ray escribió un guión especialmente para él. Por lo visto a Gene le entusiasmo el guión y estuvo buscando financiación durante un tiempo para la película, pero todos sus esfuerzos fueron en vano y le devolvió el guión a Ray.

A Ray le gustaba la historia que había escrito, así que decidió hacer con ella una novela que, curiosamente, un tiempo más tarde Disney compraba los derechos para hacer la película (ironías de la vida).

De esta película hubo una primera versión que, en los primeros pases, resultó desastrosa, así que la cabeza ejecutiva de Disney decidió llamar a Ray para ver como podían arreglar el desaguisado. Ray se mostró contundente: debían dejarle a él el dominio absoluto de la producción. Y así lo hicieron. Volvieron a realizar los decorados, volvieron a traer a los actores, despidieron al compositor de la musica de la primera versión y bajo la batuta del creador de la historia, volvieron a rodar.

Y eso fue lo que vimos. La película me gustó bastante, resultó algo más que una simple película de Disney, tenía alma de Ray Bradbury.

La despedida fue tan cordial como el encuentro, pero para la siguiente, hemos decidido quedar en mi casa. Y le pondré una de mis películas y hablaremos de aquellos tiempos en los que yo hacía películas para la Warner, y de mis peleas con las cabezas pensantes del estudio, y de como...


Bueno, de este relato hay cosas reales y cosas que no lo son. La primera: sí, estuve con Ray Bradbury, pero no, no me invitó a su casa, fue en una firma de libros de una tienda de Santa Monica. Si se mostró muy amable y me hice una foto con él (arriba). Posteriormente en el Aero Theater, se proyectaba su película Something Wicked This Way Comes y fue cuando contó la gestación de la misma.

Me hubiese gustado que todo hubiese sucedido como en el relato, pero aún así, estoy bastante contento con la manera real en que ocurrió. El viejo Ray, muy grande.

jueves, 22 de octubre de 2009

¡Por fin, un video!


Bueno, pues aquí está la cuarta "cosa" que rodamos, el video musical. La canción seleccionada es Reach de Gloria Estefan y lo hice un poco homenaje a todos los de mi clase que hemos venido hasta aquí en busca de un "sueño".

Se admiten críticas de todo tipo. De las malas, también.

martes, 20 de octubre de 2009

Si no hay dos sin tres,...

... tampoco hay tres sin cuatro. Ya me han puesto otra multa de aparcamiento.

Si Gallardón instaura este sistema de multas, acaba con el déficit de Madrid en menos de un año.

viernes, 16 de octubre de 2009

"Una ovehita, do ovehita, tre ovehita..."

Ultimamente no hago más que acordarme de Carmen Sevilla. Es por aquello de las "armoadas" "Cervital Relas". Os acordáis. Cada mañana, al levantarme, me doy cuenta de lo necesarias que serían en este momento para mi cuello. No es que no tenga almohada, es que tengo una de IKEA, y es un auténtico infierno. Debería haber una agencia reguladora que impidiese que se vendan almohadas como las de IKEA. ¡Madre del amor hermoso! Es levantarse y como si toda la noche te hubiese estado pisando el cuello un caballo furioso; no puedes ni moverte.

Este hecho ha causado la ruptura de una de mis convicciones más profundas: los masajes son una mierda y no valen para nada. En efecto, tras estas dos semanas de rodajes, dormir poco y el efecto machacón de la almohada, la imagen de un chino que da masajes en el centro comercial de Burbank se me apareció en sueños. No es nada sofisticado; te sienta en una silla de esas que te "rechinas" hacia delante y el muy cabrón empieza a tocarte donde más te duele. El jodido no habla ni papa de inglés y cuando me intentaba escapar (porque me hacía daño) no hacía más que empujarme de nuevo a la silla. No sé lo que me estaba diciendo, pero cada vez que intentaba la evasiva, muy serio, soltaba un improperio y me obligaba a volver a la posición de "la flor de loto".

Fueron 15 minutos de auténtico dolor, y profunda indefensión ante el chino, pero me dejó bastante bien.

Y he aprendido la lección, he pasado de las almohadas de 5 dólares de IKEA a las de 16 de BED, BATH & BEYOND. Espero que estas sean las adecuadas y no tener que pasar a las de 40. No quiero volver donde el chino.